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Pueblos con alma

Hace ya tiempo empezó a invadirme un sentimiento que hasta entonces era desconocido para mí, una sensación que jamás imaginé iba a experimentar, y es que: envidio a la gente de pueblo. Nací y me crié en Palma, capital de Mallorca, y aunque me parece la ciudad más preciosa del mundo, lo cierto es que me hubiera gustado "ser de pueblo". Tener un oasis, unas calles, una gente, una vida en la calle, una intimidad...

 

Entre 2016 y 2017 he tenido la oportunidad de vivir por primera vez en un pueblo,  Teramo, en la región italiana de Abruzzo. Como auténtica urbanita echaba de menos la grandeza que una ciudad te ofrece, las aceras, los taxis, ¡y hasta las multinacionales! Pero no cambio Teramo ni por la eterna Roma, ni por la renacentista Florencia. Lo volvería a escoger cien veces más, con la mia famiglia teramana, con ese amor-odio que me provocaba, porque lo cierto es que a veces me resultaba aburrido, pero nunca he sido tan feliz como en ese pueblo entre montañas.

Qué menos que dedicar un pequeño homenaje a todos esos pueblos que son hogar para tantos afortunados.

Cinqueterre, Italia.
Vejer, España.
Teramo, Italia.
Costa Amalfitana, Italia.
Marsaxlokk, Malta.
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